El virus del sarampión existe y Lanka aún no ha pagado

Si les digo que esta entrada va sobre David Bardens y Stefan Lanka puede que a algunos les suene y otros no tengan ni idea pero una rápida búsqueda en Google acabe con un “Aaaah, esos tipos” al leer los primeros titulares. Repasemos la historia.

Stefan Lanka es un biólogo antivacunas, negacionista del VIH y practicante de la Nueva Medicina Germánica (una joyita) que en 2011 prometió 100.000 € a quien pudiera demostrarle la existencia del virus del sarampión con una publicación donde no solo se demostrara su existencia con una fotografía sino que también se determinara su diámetro. El, por aquel entonces, estudiante de medicina David Bardens le remitió seis publicaciones científicas que demostraban la existencia del virus pero Lanka se negó a aceptarlas como prueba.

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No es una opinión, es una bronca

Si me siguen ya se habrán enterado de la famosa carta que algo más de un centenar de Nobel y miles de científicos de todo el mundo han dirigido a Greenpeace, a los gobiernos y a la ONU.

Una de las reacciones que se ha suscitado desde el lado de la ciencia ha sido un poco el de la cautela: cuidado con no caer en la falacia de autoridad. Los transgénicos no son seguros porque lo digan 100 o 1000 premios Nobel. Los transgénicos son seguros porque lo dicen las pruebas, los análisis. Y llevan razón, salvo que la carta no dice eso ni su objetivo es sustituir a los estudios científicos.

La carta es una bronca a los tres destinatarios. Una reprimenda muy educada pero reprimenda al fin y al cabo. La carta deja claro que no son ellos los que dicen que los transgénicos son seguros:

Las agencias científicas y reguladoras por todo el mundo han hallado, de forma repetida y consistente, que los cultivos y alimentos mejorados mediante la biotecnología son tan seguros como, si no más seguros que, los que se derivan de otros métodos de producción.

Los Nobel simplemente tienen más fuerza que yo. No están diciendo nada diferente a lo que muchos blogs como este llevamos diciendo desde hace años. La diferencia es que ellos han salido en «The Washington Post».

Es una carta que señala a las pruebas científicas y le pide a los gobernantes y a Greenpeace que no les den la espalda. Y para rematar deja una frase bastante dura:

¿Cuántas personas pobres del mundo deben morir antes de que consideremos esto un “crimen contra la humanidad”?

Cuando Luc Motagnier o Kary Mullis (que paradójicamente firma la carta) hacen sus alegatos contra la existencia del VIH no hacen referencias a las pruebas científicas, lo hacen a sus propias experiencias. Las pruebas no les dan la razón.

Sí, hay que guardarse de los argumentos de autoridad pero también hay que diferenciar dos situaciones: cuando te intentan oponer una opinión usando solo eso (lo que hacen los pseudocientíficos) y cuando te están dando un buen rapapolvo señalando las pruebas existentes.

Que un periodista o tertuliano no sepa diferenciar ambas cosas no es culpa de los científicos.

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La movilidad contraintuitiva

El 30 de marzo del pasado año un incendio presuntamente provocado colapsó un viaducto en la Interestatal 85 a su paso por Atlanta. Cuatro kilómetros de uno de los sentidos permanecieron cortados al tráfico hasta el verano mientras se reparaba. La I-85 es la vía que más tráfico desplaza en la ciudad de la Coca-Cola y se preveía un auténtico caos circulatorio y de atascos. La realidad es que no pasó nada incluso el tráfico se redujo en las vías alternativas. ¿Qué estaba pasando?

Puedes seguir leyendo esta entrada en el Cuaderno de Cultura Científica.

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